jueves, 26 de junio de 2014

EL AGUA EN VITORIA

EL AGUA EN LA HISTORIA , INCLUYE A VITORIA Y "EL AGUA DE DON ROMERO" POR JOSÉ RODRIGUEZ FERNANDEZ
VER EL ARTICULO EN PAG. 187 DE:
PODER Y Comunidad urbana como Vitoria en torno a 1500.

Contar con una bella fuente en la plaza central de la localidad es signo de prestigio para la ciudad y, por extensión, para sus gobernantes.

Antes de comenzar debemos advertir que el análisis se va a centrar, por un lado, en dos corrientes de agua “domesticadas” que circundan la ciudad desde el siglo XIII, conformando un circuito hidráulico básico para entender el desarrollo de la ciudad y, por otro lado, en los esfuerzos por instalar y mejorar el servicio de agua potable a la población

En esta coyuntura emergente debemos contextualizar la creación de un cinturón de agua corriente que rodeará la población de Vitoria.Por el oeste se va a aprovechar la
cercana presencia del arroyo Zapardiel para, trabajándolo, acomodarlo al perímetro exterior de la muralla. Por el otro lado, una impresionante traída artificial va a serpentear siguiendo las curvas de nivel a través de unos siete kilómetros hasta acariciar también los recios muros. Ambos cauces nacen en los “Montes Altos” del sur de Vitoria por separado pero, tras rondar el casco urbano, se unen en el extremo norte de la villa para desembocar juntos en el caudaloso río Zadorra. El cordón hídrico se va a mantener activo y visible hasta el siglo XIX, para después ir siendo paulatinamente embocinado, oculto con bóvedas bajo nuevas calles y paseos. Sin embargo, durante cinco siglos fue motor de la industria harinera, fuente para la agricultura y ganadería de la ciudad, el mejor sistema de evacuación de residuos, referencia defensiva junto con la muralla y un límite físico-mental tanto o más importante que la propia cerca.Para el profesor J.R. Díaz de
Durana, tres son los factores que concurren a este enorme crecimiento territorial: (a) el
creciente poderío económico de Vitoria y de sus habitantes; (b) el incondicional apoyo de la
monarquía mediante privilegios y donaciones; (c) la actitud de una hidalguía rural hostil a la
villa pero consciente de sus limitaciones, que sabrá adaptarse a las nuevas circunstancias
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.
Los límites jurisdiccionales irán ampliándose en base a compras y donaciones. Entre 1181 y 1258, año en el que conocemos la nueva extensión municipal gracias a una concordia entre la Cofradía de Arriaga –reunión y símbolo del poder nobiliar– y las villas de Salvatierra y Vitoria –el contrapunto como creciente empuje urbano–, se obtienen por donación real las aldeas de Arriaga, Betoño, Ali, Arechavaleta, Gardélegui, Mendiola, Olárizu, Castillo y
Adurza. Lo cierto es que, ya antes de esa fecha, los vitorianos tenían múltiples propiedades en esas poblaciones. Por ello, la concesión real es más bien la declaración oficial de algo ya conseguido de facto
En 1286 aumenta de nuevo el término con la incorporación de Lasarte, por donación de Sancho IV. Finalmente en 1332, coincidiendo con la disolución de la Cofradía de Arriaga, Vitoria se anexiona 41 aldeas, hasta conformar prácticamente el término actual.


Los ritmos y características espaciales del crecimiento no son aleatorios. Hacia el norte, la villa sigue el Camino Real hacia Bilbao, acorde con su identidad de embudo mercantil entre el mar Cantábrico y la meseta castellana, logrando además acceso al río Zadorra. Hacia el sur también progresa siguiendo una lógica, buscando los “montes altos” donde se concentran recursos ganaderos y forestales, canteras, tejeras, pozos de nieve... 

LE SIGUEN UNAS NOTAS A PIE DE PÁGINA, A LEER

El concejo medieval es parte activa en las políticas del agua perono es, desde luego, el único protagonista. La canalización artificial que recorre la ciudad por el lado oriental es conocida como “el agua de Don Romero”, debido a que su construcción es realizada (al menos sufragada) por Romero Martínez de Vitoria en 1281, un personaje sin duda relevante cuya biografía nos es desconocida casi por completo. Tan sólo disponemos de dos vagas referencias: el autor Carlos Martín lo define como “un rico mercader de la ciudad” sin especificar fuente alguna y, en el propio documento que hemos manejado, el rey Alfonso X se refiere a él como “nuestro omme”, lo que podría indicar un cargo en el gobierno local (civil o militar) sancionado por el monarca.
En realidad, la idea e iniciativa del proyecto parece partir del rey, con la más que probable aquiescencia del gobierno municipal, y la razón aducida en el documento de merced
es “por que la dicha villa de Bitoria valiese mas e fuese mas fuerte e mas abonada”.
 Contar con agua corriente al pie de la villa es vital para una infinidad de actividades económicasBque se van a desarrollar a su abrigo, pero de entre todas sobresale una función que, enVnuestra opinión, es el objetivo inicial perseguido y explica el importante papel del rey: la defensa del lado oriental de la población. En este punto es interesante anotar que, en las
excavaciones arqueológicas realizadas en la Catedral de Santa María por el equipo dirigido por el profesor Agustín Azkarate, se han encontrado restos de un foso que protegía el
primer encintado y el núcleo original en lo más alto del cerro antes del siglo XIII. Con la ampliación urbana, el primer cinturón defensivo deja de ser operativo y se hace necesario uno nuevo, que comprende tanto las murallas como el foso exterior pero, en esta ocasión, lacava mandada construir por orden real va a asegurar un cierto caudal con la traída artificial; por eso el agua de Don Romero entra “en la mincava que nos mandamos fazer


Pues bien, en “pago” a los servicios prestados, Romero Martínez de Vitoria recibe una merced real para
construir molinos en el cauce: “...e trayola a su cuesta e a su misión. E nos por el servicio que nos fizo e por le fazer bien e merçed e por el trabaio que levo mandamosle que fiziesse y ruedas e molinos en quanto pro pudiese fazer en esta agua que fuese todo suyo”. En 1281 se amojonan dos (portal de Arriaga y puerta de San Ildefonso), aunque la recompensa incluye el monopolio de construcción en toda la traída:
        E estos molinos sobredichos le damos con entradas e salidas e con todos sus derechos e con todas sus pertenençias quantas han e deven aber e otorgamosle que las haya libres e quitas por iuro de heredat por siempre iamas el e sus fijos e sus nietos e quantos del vinierenque lo suyo ovieren de heredar [...] Et otrosy que pueda fazer ruedas e molinos quantas el y podiere fazer e otro ninguno que non pueda fazer rueda ni molino en esta agua donde Romero Martinez la tomo mientras fuere en el termino de Vitoria. E defendemos que ningunosea osado de yr contra esta carta para quebrantarla o para minguarla en ninguna cosa nin
de embargarle en esta agua nin de quebrantar las presas.

En el lado occidental del promontorio, el monasterio de Santo Domingo (fundado en el primer tercio del siglo XIII en el límite del casco urbano) poseía una “rueda harinera” junto
al cenobio que tomaba sus aguas del arroyo Zapardiel. Este curso de agua corría parejo a la ciudad, y hemos obtenido sobradas pruebas documentales a lo largo de los siglos
modernos y contemporáneos de la intervención humana para favorecer el curso junto a la muralla.
La rueda monasterial fue construida probablemente hacia finales del siglo XIII o inicios del XIV, y se mantuvo en uso hasta la década de los 20 del siglo XVI, cuando se
desmantela a iniciativa del concejo de la ciudad. Prácticamente en la misma ubicación, el gobierno municipal construyó en 1526 un batán para el servicio de los pañeros de la ciudad, industria que, debido a su bajo rendimiento económico, se transformó en molino harinero y en molino de pólvora sucesivamente, siendo el único centro transformador accionado por agua de propiedad concejil. Aguas arriba en el mismo arroyo existió otra instalación en las cercanías del núcleo (“el molinacho”), de cuya existencia da testimonio el apeo de 1481-86, también en manos privadas.
El concejo vitoriano proclama repetidamente que el Zapardiel es
río público, pero la orden religiosa tiene una situación de fuerza porque, entre otras cosas, el cauce discurre directamente por la huerta y por debajo de la propia iglesia del monasterio, que está cimentada con columnas sobre la corriente. Históricamente, los frailes se han encargado del mantenimiento del cauce en su propiedad, así que existe un tramo que escapa al control municipal directo. Por si fuera poco, la titularidad de las ruedas harineras es suficiente justificación para acciones unilaterales sin consultar con la ciudad, como el dragado y profundización del arroyo en el tramo controlado para dar mayor capacidad operativa al
molino de su propiedad.

EN LAS NOTAS A PIE DE PÁG. SE HABLA DEL LAVADERO DE ALDAVE

Los años 1521 y 1522 son claves en este juego de intereses. Los comuneros tienen en el Conde de Salvatierra su cara más visible en Álava. Vitoria sufre el conflicto armado y debe reforzar el sistema defensivo en las zonas más débiles, entre otras “los muros que azercaban al convento”. Se amplía y profundiza el foso a costa de la Hacienda Real (de
nuevo la estrecha relación entre la defensa de la ciudad y los recursos regios), y monasterio y ciudad llegan a un acuerdo: el primero perdía una franja de terreno y el molino harinero pero, a cambio, ganaba por permuta abundantes tierras y, además, mantenía sobre el Zapardiel su posición privilegiada “como si [el molino] estuviera en pie y fuese del monasterio”. El acuerdo saldrá a relucir cada vez que haya un conflicto en torno a las aguas, hecho por cierto muy frecuente. Es por ello que en este artículo manejamos documentación municipal perteneciente al siglo XVIII, aunque siempre se trata de textos que hacen referencia a la situación de los circuitos hidráulicos en la entrada del siglo XVI.
Siempre que los labradores asentados en los arrabales quieren derivar agua utilizando como pretexto el bien común, el monasterio responde que la titularidad de la corriente es de la ciudad, pero Santo Domingo tiene
derecho privativo de usar del agua del río que llaman zapardiel, que corre desde el sittio que dize el molinacho por detrás de los muros de la herrería asta dicha ciudad atravesando el mismo convento sin que persona alguna ni comunidad pueda sacar del agua por canales ni aqueductos ni hazer presas que impidan ni disminuian su corriente.
Los vecinos están autorizados a utilizar el agua con herradas, pero no a extraerla utilizando medios artificiales. Cuando los frailes localizan algún canal o pequeña represa protestan de forma oficial. En estas contiendas, es significativa la incómoda posición del cabildo, apremiado por los vecinos a hacer valer el interés de todos pero maniatado jurídicamente por los acuerdos firmados. La solución más habitual es ponerse de lado:
hacer constar las protestas del convento con bandos públicos pero no tomar partido en los pleitos.
En conjunto, a finales del siglo XV contamos seis industrias harineras (poco más tarde se instalará el batán concejil) en los cauces que rodean la ciudad. El silencio documental del siglo XIV nos impide conocer cómo va evolucionando el monopolio en el “agua de Don Romero”, pero a mediados del siglo XV los Sáez de Maturana se declaran “legítimos
herederos de Romero”. Gracias a las alianzas matrimoniales y a las transacciones de compraventa, por la propiedad de los molinos pasan los linajes más poderosos de la ciudad –Estellas, Iruñas, Esquíveles, Lequeitios o Maturanas–, cuyos miembros están más que asentados en los principales cargos municipales y sostenidos por una gran riqueza procedente de prácticas comerciales a gran escala y un número amplísimo de bienes inmuebles.
Llama la atención tanto afán por colocarse en la titularidad de unas ruedas que no muelen todo el año, debido a la falta de caudal en épocas de estiaje. Es tan habitual que el propio concejo regula las maquilas en función de si se muele en Vitoria o fuera de la ciudad. Además, no existe una obligación de moler en estas instalaciones, luego es improbable que los rendimientos económicos fueran grandes. Entonces, ¿por qué las principales familias
de la ciudad están interesadas?. En nuestra opinión, son varias las razones que coadyuvan:
            (a) la propiedad del molino implica un cierto control sobre la producción, desde el trigo que llega a la harina que sale hacia los hornos;
            (b) también incluye la capacidad de moler el grano propio sin coste alguno;
            (c) las familias unen su nombre a una industria básica
para el bien común de los vecinos, que se vuelve así en un nuevo signo de prestigio; y,
            (d) sobre todo, la titularidad el molino conlleva el derecho de aprovechamiento y, a fin de cuentas, el dominio de unas aguas que, como hemos visto, activan buena parte de las labores cotidianas de la ciudad, incluida la defensa.
A pesar de las intromisiones de particulares poderosos en los mecanismos de gestión y control del agua, el concejo no pierde su papel de mediador en el conflicto y celador del buen estado de las cavas de la villa. Dispone limpiezas periódicas realizadas mediante veredas en las que participan no sólo los vecinos de Vitoria; también los de las aldeas de la jurisdicción, puesto que la defensa de la ciudad es cuestión de todos. Para la organización se utilizan las circunscripciones existentes, barrios-vecindades en Vitoria y cuadrillas en las aldeas. Los mayorales y los cuadrilleros designan porciones de cava a diferentes vecinos.
Esto genera tensiones, como en 1476: los vecinos de la Tierra se negaron a contribuir con las prestaciones al considerar que las cavas eran propias de la ciudad y no les incumbía a ellos su mantenimiento. Finalmente, el conflicto se resolvió mediante emplazamiento real:
        Que las cavas desta dicha cibdad, las quales diz que casi son en memoria de los ombres que oy son no son abiertas e son casi todas cerradas e cegadas e chapadas e mucho buenas e que agora poco tiempo ha a cabsa de la Gente francesa e de los movimientos de mis Regnos fue acordado limpiar [...] que cada e quando que por parte de la dha cibdad fueredes requeridos vengais a ayudar a limpiar las dichas cavas juntamente con los otros vecinos de la dicha cibdad.

La propiedad y, sobre todo, el derecho de uso (el beneficio), son las claves de los múltiples pleitos que se registran por la responsabilidad en las limpiezas: el poder público y los particulares con intereses en las aguas están condenados a entenderse y repartirse los costes. El carácter militar de las cavas hasta el siglo XVI moviliza los recursos reales, bien directos, bien en forma de alivio de cargas o sancionando repartos. El problema llega, paradójicamente, en tiempos de paz: ...y que habiendo zesado las guerras y osttilidades y no siendo por esta razon de utilidad alguna la cava o foso que antes havia y por donde va ahora el agua, zesó luego estta contribuzion y fue preziso que la ciudad tomase otros medios para la limpia de dho Rio.

Paulatinamente, el regimiento irá soportando la mayor parte del peso económico, que derivará en buena medida hacia los vecinos de forma no proporcional, es decir, cargando más sobre las actividades más dependientes o más nocivas.

3. Las políticas en torno al abastecimiento de agua potable: el difícil equilibrio entre el bien común y el mecenazgo.
Ríos, arroyos y regajos han sido utilizados desde siempre para saciar la sed de personas y animales. Unas veces porque no queda otro remedio ante la inexistencia de puntos de abastecimiento capaces. La mayoría de las veces, en cambio, el río complementa la función de unas fuentes que siempre eran preferidas por la mayor calidad del servicio. No en vano,
el uso de unos y otras era un potente mensaje simbólico de estatus socio-económico. En cualquier caso, las corrientes de agua descritas en el apartado anterior eran poco aptas para el consumo humano. El agua de boca debe competir aquí como en cualquier otro asentamiento humano con actividades que aprovechan las extraordinarias capacidades del
agua. Los diversos destinos afectan directa o indirectamente a la reserva doméstica de dos formas:
        (a) cantidad (disminuyendo el caudal reservado a consumo humano) y         (b) calidad (contaminando).
Se puede distinguir así entre usos consuntivos y usos no consuntivos, es
decir, labores que utilizan agua sin contaminarla o menguar su caudal y las devuelven en el mismo estado y aquellas otras en las que se ve afectada en mayor o menor medida, siendo el usuario el final de la cadena.

Un pequeño inciso. Evidentemente, los vecinos de Vitoria no sólo tenían en las diversas fuentes sus puntos de abastecimiento. Existían numerosos pozos y aljibes a lo largo y ancho de la trama urbana, asociados casi siempre al ámbito privado. Aún así, es el ayuntamiento quien tutela cuestiones relacionadas con la seguridad y la salubridad de los muchos pozos particulares que hay en casas de esta ciudad.
    En momentos de especial necesidad, el bien común prima sobre los derechos individuales: en los últimos días del año 1540 una grave sequía pone en serio riesgo el abastecimiento de las fuentes de la ciudad
de Vitoria, especialmente la de la plaza donde toma agua la mayoría de los habitantes.
Se anuncia entonces que el pozo que posee Francisco de Salvatierra en su huerta, cerca de la antedicha fuente, estará abierto para todo aquel que lo necesite.
En este apartado nos vamos a centrar en las fuentes públicas de Vitoria, infraestructuras que reflejan a la perfección la compleja relación entre las necesidades básicas comunales y las intromisiones de ciertos intereses particulares que unas veces favorecen y otras veces son divergentes a la generalidad. Como el agente legislador es el concejo, parte interesada en la defensa del bien común porque en ello reside su propia supervivencia en
forma de aceptación y legitimidad, se puede pensar que la balanza siempre se inclina del mismo lado. Sin embargo, esto no ocurre siempre así, entre otras cosas por las limitaciones económicas de la bolsa municipal o por la ideología de los miembros del concejo, elitista comparada con el pueblo.
Las fuentes públicas separan intencionadamente el consumo humano del animal y de otros quehaceres cotidianos dañinos. Se sobrepasa así el simple aprovechamiento de cauces y surgencias naturales; el agua se jerarquiza, se especializa, construyéndose recintos de captación y de servicio que suponen un coste nada despreciable para la comunidad. Pero, sobre todo, se establece un lugar común, con unas determinadas reglas a respetar y con una funcionalidad específica pensada a priori. De alguna manera, estos centros, por precarios que sean, reflejan la idea de la
res pública por encima de la individualidad. Por supuesto, semejante signo material de identidad colectiva está monopolizado por el poder gobernante local.
El concejo es el encargado de su construcción y mantenimiento. En Vitoria, el responsable directo es el diputado maniobrero, quien visita las fuentes una vez al año. Ya en el siglo XVI, se concierta con un maestro cantero que vigila y repone las faltas encontradas en fuentes, puentes, calzadas o puertas de la ciudad. No es menos importante la capacidad de sancionar. La mayor parte de los ordenamientos legales municipales se refieren a medidas preventivas que tratan garantizar la cantidad y calidad del agua potable. Los esfuerzos coercitivos se centran en corregir prácticas nocivas en torno al punto de servicio, esfuerzos que, a juzgar por lo reiterado de las normas y decretos, no logran terminar con ciertas prácticas cotidianas muy arraigadas en la población.
¿Qué actividades son tenidas y temidas por sucias?. Si atendemos a la cantidad de referencias, el lavado de ropas es sin duda el agente contaminante más habitual: “e dieron poder a los bezinos del rabal para que puedan prendar a las personas que dentro en la fuente bieja labaren
[...]salbo tan solo sacar agua della”.
Realmente, lo que preocupa es la utilización de jabones, lejías y ceniza para blanquear la ropa. También se sanciona el lavado de alimentos –vegetales y, sobre todo, animales– y ciertas actividades transformadoras
como tintes, curtimientos y enriado de linos y cáñamos. Las penas se reparten entre el concejo (que los destinará a la propia fuente o a otras construcciones públicas) y el “prendador” o denunciante.

Hemos documentado cuatro fuentes en la ciudad bajomedieval.
         Dos se ubican en el extremo meridional, en el denominado “arrabal” y “fondón del mercado”; la “fuente vieja” asociada al portal de la alcabala, también llamado puerta de Castilla o de la fuente vieja, en la salida hacia la meseta, y la “fuente nueva” en las inmediaciones del convento de San Francisco, en el acceso a la ciudad desde el portal de las Barreras, que enlaza con el camino de La Rioja.
        Las otras dos se reparten por las laderas oriental y occidental del cerro; la fuente de Urbina –junto a la puerta que da acceso desde la ruta hacia Salvatierra y Guipúzcoa– aparece funcionando en 1425 y en la puerta de Aldabe (que da hacia la zona hortícola e industrial de la ciudad) ya se menciona una instalación en 1507.
Observando su ubicación podemos extraer algunas cuestiones importantes:         (a) los servicios tienen una limitación importante: los manantiales no surgen en lo alto de la colina donde se ubica la población, sino en las partes bajas. Por lo tanto, las fuentes nopueden ubicarse intramuros y esto supone una inevitable molestia para el vecindario;
        (b) esta inconveniencia se trata de minimizar mediante la dispersión de los servicios en el perímetro urbano;
        (c) a pesar de todo, se observa un área privilegiada que será el centro
neurálgico del abastecimiento en los siglos venideros: es la plaza del mercado (
        d) ademásde la relación entre fuente y mercado, existe otra asociación topológica clara: fuente y portal. Su ubicación facilita tanto el tránsito de los vecinos como el uso de viajeros. 
Las fuentes alimentan una ya de por sí fuerte adscripción identitaria de los habitantes a los barrios o vecindades. Lógicamente, se pueden tomar las aguas de cualquiera de losservicios y así se refleja en el trabajo de los aguadores profesionales pero, qué duda cabe, la comodidad de la cercanía acaba primando en las tareas cotidianas realizadas por las mujeres de la casa. Cuando en 1532 el cauce del río que corre junto a la fuente de Aldabe en Vitoria está tan crecido que contamina el manantial, son los habitantes de las calles aledañas (“los aldabes, zapateria y herreria
”) quienes elevan la protesta al ayuntamiento, argumentando que es un servicio muy importante “para los vecinos comarcanos”.

Los arrabales cuentan con sus propias estructuras de abastecimiento habitual. La “fuente vieja”,ubicada fuera del portal de Santa Clara, La Magdalena o La Alcabala es el servicio máscercano al “rabal del mercado” y el concejo vitoriano considera que a él corresponde, si no la propiedad, sí la responsabilidad de su conservación, al citar expresamente que son los vecinos del barrio los que deben velar porque nadie lave inmundicias en dicha fuente.
Esta territorialización de las fuentes y su encaje dentro de las estructuras sociales religiosas o laicas intramunicipales se explica por ser lugares comunes y centrales en la efervescente sociabilidad urbana. Como expresaba R. Blanco, “la vida humana sólo alcanza sentido pleno en cuanto a que es vivida, sentida y pensada en sociedad”. Pero los vínculos sociales no son únicamente horizontales, sino que se ordenan también verticalmente en subconjuntos distintos (Casa, Parroquia, Vecindad, Gremio...) que, a pesar de todo, mantienen una identidad colectiva. Por otra parte, el desarrollo de las actividades domésticas diarias daba lugar a momentos de encuentro entre los dos sexos.Las encargadas de ir a por agua a las fuentes eran, por lo general, las mujeres y precisamente esta necesidad permitió una comunicación viva entre ellas y una ventana al mundo exterior. Al mismo tiempo, el concejo reglamenta estos espacios de interacción social, puesto que son considerados focos de actitudes impropias.
No nos resistimos a incluir una extensa cita del viajero inglés Frederick Hardman, quien relataba de esta forma el paisaje urbano de la Vitoria de 1835 e ilustra con detalle todo lo que venimos diciendo:
La fuente... es punto de cita matinal de innumerables criadas o muchachas de servicio y otras mujeres de clase baja que, después de llenar sus vasijas de madera o barro, se permiten unos pocos minutos de tertulia y cotilleo en torno al borde de piedra de la fuente. Los aldeanos de las provincias vecinas van a Vitoria [...] se sitúan junto a la fuente e intentan hacer alarde de galantería, piropeando a las pechugonas aguadoras [...] Algunos soldados de paseo, arrieros de paso, artesanos que corren a su trabajo, todo tipo de gente baja concurre allí para decir algo bonito a las mozas, las cuales, después de recibir su ración de cumplidos y admiración,se alejan a pasitos cortos con sus vasijas llenas de agua fresca en equilibrio sobre la cabeza, dejando el sitio a otras que tal.

A partir de fines de la Edad Media el abastecimiento de agua potable en el medio urbano va a sufrir profundas transformaciones, cambios que apuntan siempre a una misma dirección: la aparición de servicios que cuentan con una canalización propia y exclusiva desde un manantial más o menos lejano a la fuente de recogida. Este fenómeno, generalizado en toda Europa, es algo más tardío en Álava respecto a las grandes urbes continentales, pero las razones que lo impulsan son similares:
        a) mejorar las condiciones higiénico-sanitarias del agua de boca,
        b) asegurar un volumen de agua suficiente a la población y
        c) proporcionar la máxima comodidad al vecindario aproximando los puntos de abastecimiento de agua a las viviendas. Estas acciones deben ser enmarcadas en una política general de mejora urbana, auspiciada y amparada por la mentalidad patricia de las elites municipales, tendentes también a procurar prestigio y honor a la ciudad –y a sus mandatarios– dotándola de fuentes, a ser posible estéticamente bellas y emplazadas en puntos destacados del núcleo. Las arquitecturas funcionales sobre manantial, encastradas en el suelo y casi ocultas, dejan paso a impresionantes torres o árboles decorativos a menudo coronados por
el escudo de la ciudad, un signo más de distinción y de riqueza, hitos identificativos de la res pública y motivo de orgullo de vecinos y gobernantes.
El proceso de soterramiento del agua de boca en Vitoria es lento y complejo, pero enormemente significativo. La primera noticia acerca de una fuente con canalización data de 1499, proveniente del prado de Armentia. El servicio se instala en la “Plaza Principal” de la ciudad junto al mercado, lugar donde ya existían hasta dos puntos de servicio sobre manantiales. Sabemos que se valía de una acequia descubierta y que se tomaba el agua directamente de un arroyo mediante una pequeña presa. Tras varias noticias que aluden a un mal funcionamiento de la acequia, un acta municipal de 1539 ya trata abiertamente de “la necesidad de recobrar la fuente nueva de la plaza[...] y de allí provean de agua a
otras partes de la ciudad y monasterios que padecen mucha falta [...]
cuyas obras son ennoblecimiento de la ciudad”.
La ciudad está en pleno proceso de transformación urbanística: empedrado de las calles; renovación de los antiguos inmuebles en madera por materiales más duraderos y,sobre todo, más resistentes al fuego; perfeccionamiento y ocultación bajo el suelo de los caños de aguas inmundas y secretas de las casas; dación de solares para edificaciones palaciegas de las principales familias (en muchas ocasiones reconvirtiendo antiguas casas-torre austeras); construcción de edificios públicos de importancia como el hospital de Santiago en la plaza, la nueva alhóndiga de la ciudad, edificio del ayuntamiento, etc. En
este contexto favorable, las elites dirigentes observan la necesidad de seguir embelleciendo la ciudad con nuevas fuentes dentro de los muros. Se trae un maestro de Bilbao y se “toma asiento con el monasterio de Santo Domingo y con Santa Clara” en relación a lo que  habrían de contribuir“ a las costas y gastos que se hizieren de la traída y ejecución de la fuente nueva por razón del aprovechamiento de agua de la dha fuente que esta ciudad les diere”. Es decir, el cabildo busca vías de financiación paralelas a cambio de conceder parte del caudal de la nueva traída, aunque desde el principio queda meridianamente claro que “la propiedad e señorio de la fuente será de la ciudad”, y los monasterios solo tendrán “el aprovechamiento del agua que la ciudad les diere”.

El proyecto no cristalizó hasta pasados unos años y se convirtió en la primera conducción capaz de alimentar varias instalaciones dentro del núcleo de Vitoria, servicios de agua de boca que rápidamente se vieron acompañados de abrevaderos y lavaderos.
Concretamente, dos fueron las fuentes que se colocaron intramuros, una en la denominada plazuela de la Herrería y la otra en Santo Domingo. Es significativo que la primera fuente construida dentro del espacio amurallado de Vitoria se erige en un solar que dona la
poderosa familia Álava, y que era parte del espacio ajardinado y huerta del palacio sito en la calle de la Herrería. Una de las cabezas visible del linaje era en “señor de Marquiniz Pedro de Álava, residente en Vitoria y diputado municipal, pero la familia contaba con otros ilustres miembros.
Uno de ellos es Diego de Álava y Esquibel, obispo de Avila desde 1548 y en 1558 recién nombrado de Córdoba, quien envía una carta que se conserva en los Libros de Actas que expresa sin ningún tipo de pudor las aspiraciones de la familia y los fuertes vínculos clientelares que se establecen alrededor del poder político:
        Con la voluntad que siempre he tenido de servir a esa República como natural della y a v(ues)tras m(e)r(ce)d(e)s en particular como por sobras veran en lo que se ofrezca, me atrevo a suplicarles que de esa fuente que han traido, del Remanente den para casa de mis padres la cantidad que les parezca por que allende que sera comodidad para las vecindades de aquella casa, sera una gratificación a mi voluntad y exemplo para esa ciudad que sabe gratificar los bien hechores della y allende de mi pedro de alaba mi sobrino lo sabra servir a vras mrds en general y particular...

Si los Álava ceden un solar para convertirlo en plaza pública e instalar la fuente, el convento de Santo Domingo no se queda atrás en su esfuerzo por contar también con agua corriente. La congregación dona una huerta y aporta 200 ducados para que el ayuntamiento los ocupe en la canalización que discurre desde el anterior servicio por toda la calle Herrería hasta el barrio de Santo Domingo, donde se colocará la segunda fuente intramuros. La misma convicción que demuestra el vecindario, dispuestos a prestar los dineros que fueren menester” para establecer el punto de servicio en su vecindad, ante la falta de medios del ayuntamiento. Por cierto, son las mismas personas que, una vez que los frailes consiguen una parte del sobrante por contrato, obstruyen la conducta hacia el monasterio, profundamente molestos por sentirse agraviados al ver cómo parte del agua se va hacia aprovechamientos privados a pesar de los grandes esfuerzos realizados.
Y es que el mecenazgo privado –en nada espontáneo como hemos podido observar sino, por el contrario, alimentado desde hacía varias décadas– va a generar que la familia Álava y los frailes dominicos consigan agua corriente en el interior de sus inmuebles,algo impensable para el resto de vecinos en esas fechas de mediados del siglo XVI.
Concretamente, obtuvieron un hilo de agua de una doceava parte del total (“un caño de doce caños” o “un caño de medio real”). La propiedad del agua, sin embargo, y las arquitecturas de las fuentes serían siempre de propiedad y uso público: “...y este es en todo tiempo publica y libremente los vecinos y la ciudad pueden gozar e llebar agua sin que se pueda
poner ynpedimento por ninguna persona”.
¿Cómo se materializa esta distribución?. Un arcaduzado de cerámica transporta el agua desde el nacimiento hasta el arca de la “fuente Principal de la plaza”, punto central y privilegiado de esta conducción. Allí se empleaba un método muy simple y ampliamente documentado desde, al menos, los sistemas hidráulicos romanos: en el arca previa a la fuente principal y en las otras dos que anteceden a las recién construidas, bajo llave en propiedad del ayuntamiento y depositada el archivo de la colegiata de Santa María,existían varias tomas a diferentes niveles, de modo que primero –la toma situada en un plano inferior– se alimentaba la fuente principal de la plaza y el sobrante –colocado más arriba– iba a parar a la conducción común del servicio de la Herrería y, después, Santo Domingo. El arca se convirtió así en instrumento clave de control sobre el agua, y cada toma a diferente nivel suponía el símbolo de las relaciones de poder entre el concejo –autoproclamado representante de los intereses de la comunidad– y los diferentes entes sociales.
En muchas ocasiones en años posteriores podremos comprobar la preeminencia del concejo sobre la conducción. Cada vez que se observa una falta de agua en periodo de sequía se corta el suministro no sólo a las daciones privadas, también a las fuentes públicasde la Herrería y Santo Domingo, centralizando todo el caudal en la fuente de la plaza, a
pesar de las constantes protestas de los vecinos comarcanos a ellas:
        ... la falta de agua de las fuentes era muy grande y que, por benir a la fuente de la plaça el agua muy poca, falta del abrevadero y lavatorios de rropa blanca y padecía el común [...] mandaron cerrar los conductos de agua de la plaça del señor de marquiniz e barrio de santo domingo y claostro del monesterio de santo domingo pues siempre que ay semejante falta se les quita para que toda ella venga a la fuente principal de la plaza pues con esta condición se les dio el agua que tienen los dos señores.
Consciente de su posición, el concejo utilizó las daciones de agua (que se multiplican en los siglos posteriores) en su actividad política, concediendo arbitrariamente hilos de agua y manejándolos como instrumentos de presión en momentos delicados.
A modo de síntesis para este último punto; las “daciones” o donaciones de agua ponen en relación a dos entidades. Por un lado, el poder municipal, garante y titular, en nombre del común, del agua. En el otro extremo,  ciertas familias y entidades que poseen los recursos económicos y el poder social suficientes como para solicitar un abastecimiento privado que va a diferenciarlos claramente del resto de vecinos. El disponer de agua en una fuente propia situada en la huerta o claustro del solar es una exclusividad que simboliza poder y prestigio tanto o más que la piedra armera de la fachada. Así de sencillo. Estas estrategias se multiplicarán a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, beneficiando sobre todo a conventos
que, bien es cierto, son de patronazgo municipal, pero también a personajes relevantes de la ciudad.